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La historia aislada en diminutas tierras

Por Juan David Mejía Vásquez

 

El Caribe ha sido la cuna de historias inimaginables. Un vasto territorio mítico, poblado milenariamente por diversas tribus indígenas. Los excelentes navegantes de agua dulce Sinúes, los insulares Guna, los aguerridos Caribes y un sinfín más. Sus aguas de colores claros y profundos abismos sintieron la madera flotante de españoles con sed de riquezas, portugueses e ingleses conquistando y tiñendo sus olas de sangre. Sede de grandes escritos y escritores, de un interminable número de cartas y dedicatorias, de cientos de películas. En este inmenso territorio de agua salada una minúscula isla busca aportar su fragmento de historia a la mole tejida bajo el nombre de la aguerrida tribu desaparecida.

Ubicada en el Golfo de Morrosquillo, Isla Fuerte es un pequeño territorio con poco más de 3 kms de extensión fuera de agua.  Su historia es escasa, habitada por indígenas Sinúes o Gunas, tomada por españoles o no se sabe muy bien. Lo que sí es seguro es la llegada hace poco más de dos siglos de sus moradores actuales. Afrodescendientes esclavizados  de Cartagena, que bajo el fenómeno del cimarronaje lograron liberarse y establecerse en selvas y pequeñas islas. De una de estas, Barú, llegaron pescadores al golfo buscando mejor suerte, encontrándose con un gran tesoro de tierra firme. Fue así como poco a poco se fueron asentando los Espitia, los Barrios, los Navas, los Cantero, conformando nuevas familias, mezclándose hasta tener una comunidad diversa, rica en expresiones y compleja en su composición social.

Con diversas playas, árboles con centurias de edad, un caserío cada vez más grande y una gran diversidad terrestre y marina, los afrodescendientes habitantes de la isla y cada vez más colonos de Antioquia, Córdoba y el extranjero, pasan sus días entre el murmullo del mar, el sol inclemente, la brisa revitalizadora y un centenar de sonidos que logran curar intranquilidades. Sin embargo, al ser un corregimiento de Cartagena alejada por 150 kms, las condiciones de vida son mucho más precarias debido a la  casi nula presencia del estado y sus instituciones, por lo que Isla Fuerte es una tierra donde no hay ley ni quien la haga valer, permitiendo esto que el deterioro de sus recursos naturales esté en límites alarmantes sin que se haga mucho por revertir ello.

Así, entre riquezas y carencias, niños y niñas corren descalzos con libertad y se dejan abrazar por un mar al que se sumergen sin miedo, viejos rememoran los días pasados de abundancia cuando se pescaba en la orilla de la playa y no como ahora que hay que tomar lancha y salir millas afuera. Perros, cerdos, gatos, gallinas deambulan por el caserío y el monte. Los burros sudan el día a día y se cuentan sus penurias en largas conversaciones en la noche. A 11 kms del continente, esta comunidad siembra, pesca, construye y destruye, se dedica al turismo y luego en hamacas se resguarda del sol inclemente del medio día dormitando con el susurro de las olas besando la playa, las conversaciones casi cantadas del habitante de la costa y la serenidad de un lugar que apenas comienza su carrera hacia el mal llamado progreso.